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Vicente Gómez Córdoba



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domingo, 23 de marzo de 2008

!! DIOS LO RESUCITO !! Jesús ha Resucitado


  • Esta fue la primera formulación con que los discípulos de Jesús se expresaron. El sujeto del verbo no fue el propio Jesús, afirmando "Jesús ha resucitado"; sino como el complemento directo del verbo "Dios lo resucitó". Al menos por tres veces Pedro se expresa en estos términos en los Hechos de los Apóstoles: 2.24, 2.32 y 3.15. La afirmación de Pedro en Jerusalén responde al interrogante: quién fue Jesús de Nazaret.
    En un determinado momento de la historia del mundo, hacia el año 750 de la fundación de Roma, siendo emperador de Roma Augusto , Sumo Sacerdote de Jerusalén Caifás, Dios irrumpe en la Historia de los hombres. Por decirlo de alguna manera, Dios desciende del Olimpo y se mezcla con los hombres y mujeres que vivían por entonces.
    Este Jesús nacido en Belén de Judea, criado en Nazaret de Galilea, y establecido finalmente en Cafarnaúm junto a la orilla de lago de Genesaret es el enviado de Dios. A todo lo largo de su vida mantiene una permanente obsesión: "cumplir la voluntad del Padre que lo ha enviado". Manifestar a sus contemporáneos y paisanos cómo es el Padre y cuáles son sus preferencias. Esta constancia en sus convicciones le conduce a enfrentamientos continuos con los teólogos de la época (los escribas), con las autoridades religiosas de Jerusalén (los sacerdotes), con el sector más conservador y tradicional de la sociedad (los fariseos). Además de estos enfrentamientos, está sometido a presiones de sus círculos más estrechos. Sus paisanos y familiares de Nazaret lo consideran un iluso visionario, el grupo de sus compañeros más reducido no llega a comprender sus puntos de vista. En cierta ocasión se vió obligado a ponerse serio y decirles claramente "pensáis como los hombres, no pensáis como Dios". Las masas populares atraídas por la sinceridad de su lenguaje y de su comportamiento, pretendieron hacer de él un líder político. Sin embargo, nada ni nadie pudo con él. No buscaba el éxito, solo pretendía cumplir la voluntad del Padre que lo había enviado.
    La voluntad del Padre era clara. Ninguno de los instrumentos de poder que habitualmente usan los hombres, es válido para Dios. Ni el dinero, ni las relaciones sociales, ni la fuerza militar, ni el marketing político son instrumentos válidos para llevar a término el proyecto de hombre y de sociedad que él había recibido de su Padre. El Padre tiene su propio estilo y modo de proceder. Nada que ver con el estilo y modo de proceder de los hombres. Este estilo y modo de proceder de Dios se habría de verificar y consumar en el final histórico de la vida de Jesús. De manera consciente, cuando "había llegado su hora", se colocó en el ojo del huracán. Deja Galilea, donde contaba con importantes apoyos populares, y va a Jerusalén donde lo están esperando con intenciones aviesas. Sabe a dónde va, y lo que le espera. Pero ese era el final que habría de poner de manifiesto rotundamente, cuál es la fuerza de Dios y cuál es la fuerza de los hombres. En Jerusalén todo acabó como era previsible que terminara. Traicionado por uno de sus íntimos, procesado sin garantías jurídicas, acusado con falsedad, y, finalmente, ejecutado.
    Pero todo no acabó aquí. Dios lo resucitó. Lo que para los hombres había sido un final desgraciado, constituía el éxito de Dios. Un éxito a la manera de Dios, no a la manera de los hombres. La muerte y la resurrección de Jesús son dos hechos inseparables. Ninguno de los dos tiene sentido tomados aisladamente. Cada uno de ellos se explica por el otro.
    A partir de esta historia de Jesús hemos de comprender la diferencia entre el Dios de la razón, y el Dios de la fe. La imagen del Padre que Jesús nos transmite no se deduce mediante un razonamiento lógico. La razón puede conducirnos en todo caso a comprender la necesidad de que haya una causa primera y original del universo cósmico. Pero no explica que esta causa primera y original del universo tenga una voluntad, un proyecto sobre la vida individual y social de los hombres, menos aún, un estilo de proceder y una específica jerarquía de valores. Es esta comprensión de Dios lo que transmitió Jesús de Nazaret, y ha llegado hasta nosotros. Este es justamente el Dios de la fe. A la fe no se llega por un razonamiento lógico, sino por la aceptación del testimonio de los que previamente han creído en la Verdad y Consistencia de la palabra de Jesús. Así fue el primer testimonio de Pedro: Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha resucitado. La Palabra de Jesús no ha muerto. La Palabra de Jesús está viva.
* Por Jaime Loring. Profesor jesuita .( Diario Córdoba 23.03.2008)



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