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Vicente Gómez Córdoba



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domingo, 31 de marzo de 2013

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS




Pocos días después del desconcierto y de la desintegración colectiva que la muerte de Jesús provocó entre sus discípulos, el escenario cambia radicalmente. Comienza el reagrupamiento a partir de la noticia que se pasan unos a otros: Dios ha resucitado a Jesús. El proyecto de Jesús no ha terminado con su muerte, los poderes religiosos y civiles que pudieron acabar con su vida no han acabado con su idea, ni con su proyecto, ni con la misión que el Padre le había encomendado. Jesús sigue vivo. Así se lo dice María de Magdala a Pedro, así se lo dicen los demás apóstoles a Tomás, así se lo dicen los que se iban hacia Emaús al resto de los apóstoles. La noticia se va transmitiendo de boca en boca, hasta crear en los discípulos una convicción común y colectiva. Luego comienza la difusión pública y masiva. En medio de la plaza del Templo, Pedro actuando de portavoz, proclama públicamente: "A Jesús Nazareno, a quien vosotros matásteis clavándole en la cruz por manos de los impíos, Dios le resucitó, de lo cual todos nosotros somos testigos. Sepa pues toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado". Así fue el comienzo de todo. Hoy sigue siendo el fundamento de todo. La afirmación más concluyente y taxativa es la de Pablo de Tarso: si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, vana también es nuestra fe. La Iglesia católica, el cristianismo en general, es evidentemente un fenómeno sociológico e histórico presente y visible. Pero su exclusiva razón de ser, su única justificación, es la resurrección de Jesús. Si Jesús no ha resucitado, por importante y significativa que haya podido ser la Iglesia católica a lo largo de la historia, no pasa de ser una creación e invento humano. Como lo fue el imperio romano, como lo fue el renacimiento italiano, como lo fue la revolución industrial. Cada uno de ellos cambió la faz de la tierra. Todos ellos fueron creaciones e inventos humanos. Si la Iglesia es algo distinto de todo lo demás es porque Dios resucitó a Jesús. Los apóstoles nunca demostraron la resurrección de Jesús con evidencias empíricas. La existencia histórica de un tal Jesús de Nazaret, en los tiempos del emperador Augusto, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, es un hecho histórico constatable. Su resurrección no es un hecho histórico constatable.

Por otra parte, la resurrección no es afirmada como un hecho biológico, como una recuperación de las funciones fisiológicas del cuerpo de Jesús. La afirmación de la resurrección de Jesús no incluye la afirmación de que el encefalograma de su cerebro volviera a activarse, de que su sangre volviera a asimilar el oxígeno. Pablo de Tarso es explícito también en este aspecto: se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual. La resurrección de Jesús no fue entendida, por los que la anunciaron, como un regreso de Jesús a su existencia histórica. Tampoco hoy ha de ser así entendida. Desde una mentalidad materialista, la resurrección de Jesús no es ni verdad ni mentira, es simplemente incomprensible. Hemos de partir de una comprensión del ser, en virtud de la cual no solamente tiene existencia real lo tangible, lo percibible por los sentidos, o por instrumentos de laboratorio. El ser abarca los objetos materiales, cierto, abarca igualmente el espíritu. El espíritu existe más allá de la naturaleza tangible, y más allá de la historia. Dios es espíritu, no es tangible, no es histórico, pero existe.

Solamente desde esta comprensión metafísica (más allá de la física) del ser es inteligible la resurrección de Jesús. Jesús propuso lo que él llamó el reino: todo un proyecto de relación horizontal entre los hombres, y una vivencia religiosa de la relación vertical de los hombres con Dios, que chocó con las autoridades sacerdotales de su tiempo, y levantó suspicacias en las autoridades políticas. Sin embargo, pese a la condena formal por parte de los poderes establecidos, el reino de Jesús contiene lo que Dios quiere y espera de los hombres. Aunque el "mundo" (término empleado por San Juan) no lo aceptó, ni lo acepta todavía hoy, sigue siendo el proyecto de Dios, sigue vivo el apoyo del Padre a Jesús. Por ello Jesús vive. No vive material y fisiológicamente. Vive en la fe de los creyentes. Esto es lo que queremos decir en el Credo, al afirmar "está sentado a la derecha del Padre". El proyecto de Jesús está respaldado por Dios.

Jaime Loring. Sacerdote Jesuita


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